30 de noviembre de 2010

Los niños hacen lo que ven

No tengo más remedio que colgaros un video, que acabo de encontrar por “casualidad” por YouTube. Se trata de una campaña publicitaria australiana de hace unos años. Con el título de “Children see, children do” pretendían hacer reflexionar sobre el castigo físico.



El video es muy bueno, nos muestra situaciones del día a día en las que, seguramente, se nos escape más de una sonrisa. Pero más allá de lo curioso del video y del propio objetivo para el que fue creado, es una buena ocasión para pensar cómo estamos educando a nuestros hijos, y demás pequeños de nuestro alrededor. Quizá no en grandes términos pero sí en pequeñas actitudes diarias.

Durante su desarrollo la imitación es una de sus principales fuentes de aprendizaje. Y no es que sean “monitos de repetición” y vayan a duplicar sin más nuestra forma de actuar, sino que como personas en crecimiento se empaparán de los buenos o malos modelos que vean. Y por suerte o por desgracia, somos sus principales espejos.

Los niños necesitan ejemplos y no razones. Tenemos que darnos cuenta de que nuestro cometido no es sólo de palabra, hablarles y darles argumentos que ellos puedan entender, sino, y mucho más importante, crear un ambiente donde respiren y vivan aquellos valores que les convertirán en las personas que queremos.

No nos dejemos atrapar en el agitado mundo en el que vivimos, ni busquemos escusas de tiempo, de trabajo, de dinero,…, que retrasen un día más nuestra principal responsabilidad como adultos: educar a los más pequeños.

Espero que sigáis siendo el mejor ejemplo para vuestros hijos.

Os dejo otra pequeña reflexión:

Si un niño vive criticado, aprenderá a condenar(se)
Si un niño vive avergonzado aprenderá a culpabilizar(se)
Si un niño vive chantajeado aprenderá a coaccionar(se)
Si un niño vive engañado aprenderá a defraudar(se)
Si un niño ve la mentira aprenderá a falsear(se)
Si un niño vive amenazado aprenderá a intimidar(se)
Si un niño crece abandonado aprenderá a runinciar(se)
Si un niño está mal aconsejado nunca aprenderá a dirigir(se)
Si un niño cultiva el egoísmo, aprenderá a ejercer la codicia.
Pero...
Si un niño vive querido aprenderá a amar(se)
Si un niño vive cuidado aprenderá a proteger(se)
Si un niño vive acogido aprenderá a asistir(se)
Si un niño vive educado aprenderá a desarrollarse(se)
Si un niño vive la justicia aprenderá la rectitud

Espero que sigáis siendo el mejor ejemplo para vuestros hijos.

24 de noviembre de 2010

Prioridades

Mi abuelo decía que “después del 1 va el 2”. Es algo simple pero que habitualmente solemos no tener en cuenta. Y no me refiero al aspecto numérico de la frase, sino al tema de pensar y actuar según nuestra lista de prioridades.

En el mundo en el que vivimos cuando hablamos de prioridades se nos va la mente a la gestión del tiempo. Estamos tan acostumbrados a tener la agenda tan llena que hemos convertido en necesidad casi primaria el hecho de manejar mejor nuestro horario. A través de libros, de cursos o de publicaciones en internet aprendemos la teoría para gestionar nuestros días. Y digo la teoría porque después, en la práctica, seguimos con las andadas desperdiciando el tiempo en temas “no urgentes” y “no importantes”.

Pero yo no quería hablar de esto. Hoy me gustaría comentar otra manera de ver el concepto priorizar, no aplicada al tiempo sino a nuestra forma de actuar. Pensad en cuántas ocasiones lo hacemos por inercia, porque siempre hemos hecho las cosas de una manera determinada, y en cuántas ni nos planteamos el por qué de nuestras conductas, aún cuando vayan en contra de nuestros valores.

Esta es una realidad con la que convivimos a diario. Volvemos a lo de siempre: pensar cuesta demasiado. Pero como siempre, darle un par de vueltas a nuestras neuronas nos facilitará mucho la vida a medio plazo, y, sin ninguna duda, nos hará sentirnos mucho mejor.

Lo único que tenemos que hacer es saber qué cosas son especialmente importantes en nuestra vida. Podemos coger una lista de valores y seleccionar los que más “resuenen” en nosotros. No tienen por qué ser valores genéricos (honestidad, responsabilidad, respeto, etc.), aunque estos ayudan a analizar lo qué realmente nos merece la pena. En nuestra lista podemos incluir también personas (por ejemplo los hijos, aunque aquí habría que pensar que es lo que realmente queremos para ellos), objetivos (ascender en la empresa, adelgazar, correr la maratón, …), o cualquier cosa que nos sirva de guía en nuestro comportamiento.

Con todos ellos crearemos nuestra lista, ordenada de mayor o menor importancia. A partir de ahí, basta con actuar siempre bajo su paraguas, sabiendo que el 2 siempre va detrás del 1. Funcionará como una brújula que nos mantenga en rumbo día tras día, de manera que siéndole fieles conservaremos nuestra dirección sin esfuerzo. Serán las flechas que nos señalen la postura que tenemos que tomar para conseguir nuestros deseos y encontrarnos más satisfechos.

Conocer nuestra lista de valores nos permitirá ganar enfoque y claridad, una claridad que nos ayudará a tomar decisiones consistentes y congruentes en el tiempo. Si no utilizamos conscientemente nuestras prioridades para mantener una ruta clara y firme, corremos el riesgo de desviarnos.

19 de noviembre de 2010

Reflexión de Leopoldo Abadía

Quiero compartir con vosotros un artículo de Leopoldo Abadía, que me acabo de encontrar en Facebook colgado por una amiga. Padres que tenéis hijos, leedlo que seguro que algo os aporta.

Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933) es un profesor y escritor español conocido por su análisis de la crisis económica actual mediante un artículo publicado en su web que recibió miles de visitas en apenas unas semanas y que le llevó a publicar un libro titulado La crisis Ninja y otros misterios de la economía actual donde explicaba los pormenores de la crisis de las hipotecas subprime desde un lenguaje coloquial y llano. El otro día publicó el siguiente artículo:

"Reflexión por Leopoldo Abadía"

Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que “Dios les coja confesados”. Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación.

En muchas conferencias, se levanta una señora (esto es pregunta de señoras) y dice esa frase que me a mí me hace tanta gracia: “¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?”. Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya está crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir “¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?”

Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: “¡y a mí, ¿qué me importa?!” Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco.

Yo era hijo único. Ahora, cuando me reúno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64.

Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz…y me exigieron mucho.

Pero ¿qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:
  1. La guerra civil española
  2. La segunda guerra mundial
  3. Las dos bombas atómicas
  4. Corea
  5. Vietnam
  6. Los Balcanes
  7. Afganistán
  8. Irak
  9. Internet
  10. La globalización
Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. ¿Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? ¡Si no se lo podían imaginar!
 
Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. (Si no la adquirí, fue culpa mía). Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo.
 
A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales,…Lo que por ahí se llama “buena gente”. Porque si son buena gente harán un mundo bueno. Y harán negocios sanos. Y, si son capitalistas, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano. (Si son mala gente, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano, pero que ellos son unos sinvergüenzas).
 
Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos… En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.
 
Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho más qué hijos íbamos a dejar a este mundo.
 
A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar. Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas.
 
Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas.
 
Pero lo fundamental es lo otro: los padres. Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan, los hijos ven la tele basura, que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado. Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA.
 
P.D.
  1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres.
  2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.
  3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo.

18 de noviembre de 2010

Toma de decisiones

Nos pasamos la vida tomando decisiones. La mayoría de las veces de forma inconsciente, pues tenemos grabada nuestra opción en el cerebro. ¿Te has preguntado alguna vez por qué desayunas siempre lo mismo?, ¿por qué sigues el mismo camino para ir a trabajar?, ¿por qué sigues los mismos “rituales” al llegar a la oficina?… ¿por qué haces las mismas cosas a diario? Podrías cambiarlas, tienes la posibilidad de hacerlo. Pero para qué ¿verdad? El resultado de tomar una opción u otra en estos casos tampoco tiene demasiada importancia. Y pensar nos cuesta.

Pero hay otras ocasiones en que el dilema se sale de lo común. Y ahí empiezan nuestros miedos, nuestras inseguridades y nuestras dudas, que nos llevan al bloqueo mental. Y si se trata de algo en la empresa ni os cuento. ¿Realmente será esta la alternativa correcta?, ¿me habré olvidado de tener algo en cuenta?, ¿me generará enemigos?, y si me equivoco ¿qué pensarán de mi?, ¿aprovecharán para hundirme?... Estas y otras muchas cuestiones nos invaden la cabeza, y cada minuto que pasa con más fuerza. Y, consecuentemente, aparecen los dolores de cabeza, el mal humor, el estrés, la falta de concentración, y tantas y tantas circunstancias que nos consumen energía y nos alejan de la felicidad.

Para la toma de decisiones hay que pensar, sin duda, pero no en lo que pasará si no llegamos al resultado pretendido sino en las diferentes opciones que tenemos para escoger la mejor. Por tanto, estudiemos las diferentes posibilidades que tenemos, analicémoslas a fondo, miremos de forma global, comparemos qué resultado prevemos que nos llevará a buen puerto y… ¡adelante!

Podemos apuntar algunos tips para desarrollar la capacidad resolutiva y que sea más fácil tomar decisiones:
  • En primer lugar saber qué es lo que quieres, cuál es el objetivo a conseguir. Esta es la base de toda acción que emprendemos, pero nunca viene de más recordarlo.
  • El hecho de tomar una decisión no quiere decir que tengas que, a la fuerza, seguirla hasta el final. Es bueno la firmeza pero si te das cuentas que no va por donde tú quieres, no pasa nada por buscar otras soluciones.
  • No existe la decisión buena, sólo será una decisión que te lleva a la meta. Pero seguro que habrá otras que también lo hagan.
  • No decidas por lo que piensen o quieran otras personas. Está bien pedir opiniones, van bien para recabar ideas, pero al final decide por lo que creas tú que es mejor.
  • No te culpes si el objetivo marcado no se ha conseguido. Te servirá de aprendizaje para futuras elecciones.
El paso siguiente es, para mí, el aspecto principal de este tema: diferenciar una buena decisión de una decisión buena, que, aunque parezca lo mismo, no es igual. Decimos que una decisión fue buena cuando logramos lo que queríamos, con mayor o menor éxito. El juicio se hace a posteriori, después de los hechos. No podemos afirmar en el presente que nuestra decisión es buena o mala. Estamos condenados a la duda y a nuestra angustia existencial… ¿cómo puedo saber si estoy tomando una decisión buena? Parece que no podemos.

Lo que sí podemos es tomar “buenas decisiones”. Decisiones que no estén condicionadas por el éxito. Decisiones enfocadas en el proceso y no en el resultado. Decisiones tomadas desde los valores, coherentes con nuestro interior. Si conseguimos respetar esta manera de elección el resultado puede no ser el que inicialmente nos planteamos, pero, seguro, nos dejará más satisfechos con nosotros mismos.

Os dejo con un ejemplo ilustrativo de la necesidad de la toma de decisiones:
  • Primera situación: Es domingo y terminas de comer. Casi sin saber por qué, te diriges automáticamente al sofá y enciendes el televisor. Miras la hora y ya son la 8 de la tarde. ¡Maldita sea!, he perdido toda la tarde.
  • Segunda situación: Es domingo y terminas de comer. La semana laboral ha sido durísima y encima ayer sábado tuviste un contratiempo con el coche que te crispo los nervios. Decides relajarte y tumbarte en el sofá a ver la tele. Miras la hora y ya son la 8 de la tarde. ¡Perfecto!, he recuperado el sosiego perdido.
En los dos casos has hecho lo mismo, pero con una gran diferencia: en el primero te has dejado llevar por las circunstancias y en el segundo has decidido.

El secreto del aprovechamiento de la vida está en “sentirse más causa que efecto” y para ello debes ¡tomar decisiones!

15 de noviembre de 2010

Cuentos

Me acaban de regalar el libro “Cuentos que mi jefe nunca me contó”, de Juan Mateo. Se trata de una colección de cuentos que repasan temas que nos ocupan y preocupan a todos en la vida diaria. Podríamos considerarlo como una serie de consejos o enseñanzas para el día a día, para nuestras relaciones personales y profesionales. Ameno, divertido y fácil de leer. Yo lo he hecho de una tirada.

Los cuentos o fábulas son una fuente de cultura inagotable. De esa cultura interna que nos hace crecer como personas y enriquecer nuestra vida. De esa que sólo alimentando nuestra alma podremos llegar a comprender. De esa a la que tanto nos cuesta acercarnos. Son pequeñas historias que nos hacen pensar y mirar el mundo desde otros puntos de vista, replanteándonos la importancia real de nuestras situaciones.

Los maestros de todos los tiempos enseñaban así, quizá para desmontar los especuladores mecanismos de la mente material, hablándonos como a niños y mostrándonos lo esencial. Los cuentos son capsulas de sabiduría embebidas en el mejor formato pedagógico, entretenidos, intrigantes y recordables.

Yo soy un apasionado de los cuentos cortos. En internet existen cientos de páginas donde encontrarlos de todas las categorías posibles. Os dejo un par de ellos cortitos que espero que os gusten y os hagan pensar.

EL LOBO
Un viejo indio estaba hablando con su nieto.
Le decía:
"Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión".
El nieto preguntó:
"Abuelo, dime, ¿cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?"
El abuelo contestó:
"Aquel que yo alimente"

LO QUE CADA UNO POSEE
Un rey perverso resuelve hacer un presente por su aniversario a un mendigo de su reino e irónicamente manda preparar una bandeja llena de basura y desperdicios.
En presencia de todos, manda entregar el presente, que es recibido con alegría por el agasajado.
Gentilmente, el agasajado agradece y pide que lo espere un instante, ya que le gustaría poder retribuir la gentileza.
Tira la basura, lava la bandeja, la cubre de flores, y la devuelve con un papel, donde dice:
"Cada uno da lo que posee."

11 de noviembre de 2010

La base de la comunicación

Estuve el fin de semana en el cine viendo Origen, una película de Christopher Nolan con Leonardo DiCaprio como protagonista. No es que sea yo muy cinéfilo y os vaya a hablar de la profundidad del guión o de la dirección artística o de si el reparto es bueno o no. Lo único que os puedo decir es que me encantó y que merece la pena verla.

Este año que frecuento las salas de cine con mucha más asiduidad, si bien es cierto que en un 90% es para ver los estrenos infantiles, me he dado cuenta por qué nunca me enganchó este género. También tiene mucho que ver que con 10 años me echaran de un cine el día de Navidad (esos traumas infantiles son difíciles de superar). Pero es que para ver una buena película tienes que ver diez malas. Ya sé que no se trata sólo de lo que vayas a ver sino de pasar un buen rato, de la compañía y de lo buenas o malas que estén las palomitas. Pero me da rabia que me engañen, y cuando decido ir al cine me gusta ver algo diferente. Si no mejor quedarse en casa.

Origen es una de película de ciencia-ficción diferente, que nos sitúa en lo más profundo de nuestro inconsciente intentando desde ahí manipular nuestra realidad. Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) es un hábil ladrón, el mejor en el peligroso arte de la extracción, que roba invaluables secretos del fondo del subconsciente durante el estado de sueño, cuando la mente se encuentra más vulnerable

Lo que me gustaría extraer, de las casi dos horas y media que dura, es un pequeño detalle sobre cómo debe ser una idea para que se implante en nuestro cerebro. Cuando los protagonistas están decidiendo cómo conseguir asentar un concepto en el subconsciente una persona, alguien da la clave: “la idea debe ser lo más simple posible y que vaya directo a los sentimientos. A partir de ahí será él mismo quien la desarrolle.” Esta valoración debería ser la base de cualquier buen comunicador, ya sean jefes, padres, maestros, políticos, o cualquiera que quiera transmitir su idea.

Teniendo en cuenta que cualquier comunicación tiene cuatro elementos fundamentales: emisor, mensaje, medio y receptor, se nos suele pasar por alto el carácter único del ser humano como destinatario. Hay que tener en cuenta que cada uno percibimos lo que nos “llega” de forma diferente, según nuestra cultura, experiencias, conocimientos, estado de ánimo, etc., y que también desarrollamos nuestros juicios a nuestro “entender”. Por eso el mensaje debe ser simple, sin ambigüedades, sin posibilidad de interpretaciones, de manera que el origen del pensamiento sea claro y único.

La segunda parte de la reflexión es todavía más importante, ya que es darse cuenta de que los sentimientos son la mejor puerta de entrada a la mente del hombre. Cada día está más de moda la inteligencia emocional, y es que hemos empezado a entender que los sentimientos son el motor de nuestra vida, y reconocerlos y manejarlos nos da una gran capacidad en cualquier ámbito de nuestra vida.

Si queremos ser escuchados enviemos mensajes sencillos, con una, y sólo una, idea clara y concreta, y que apele a los valores de nuestro receptor. Será la única forma de influir en él.

5 de noviembre de 2010

El miedo al cambio

El miedo es un sentimiento que convive con el ser humano a diario. La mayoría de nosotros no lo admitiríamos porque parece que nos debilita. O por vergüenza. O simplemente porque ni siquiera nos enfrentamos a él, lo evitamos en cuanto hay síntomas de que aparezca y creemos que así somos más fuertes. Pero sin combate no hay victoria.
Según diferentes estudios realizados, los miedos más comunes son el miedo a hablar en público (a hacer el ridículo), el miedo a la muerte, a la oscuridad y a las alturas. Pero, para mí, existe un miedo mucho mayor a todos estos y que se ha instalado en la Sociedad actual: el miedo al cambio.

Toda nuestra vida se compone de cambios, personales y profesionales. Desde que nacemos hasta que morimos vamos superando etapas, situaciones y relaciones que nos permiten evolucionar. Incluso cuando buscamos estabilidad en algún aspecto, por ejemplo en el trabajo, es porque sentimos la necesidad de buscar cambios en otros matices de la vida y pensamos que con todo no podríamos.

El cambio es bueno y necesario. Entonces ¿por qué nos cuesta tanto? La respuesta es simple: “porque nos saca de nuestra zona de confort”. El crecimiento requiere esfuerzo, y cada día estamos más cansados. Pero es que mantenernos en esa cómoda zona que dominamos también demanda trabajo, en este caso mental. Acepto y admiro a las personas que tras un largo viaje a su interior decidan que lo que tienen es suficiente para su felicidad y vivan en consecuencia. Lo que no aguanto es a esos otros que por vagancia, dejadez o, pereza o desgana, venden el mismo discurso. Principalmente porque llevan la amargura en su rostro.

El miedo aparece cuando percibimos el riesgo en nuestra economía o nuestra estabilidad familiar o emocional, y, por supuesto, imaginamos que será de forma negativa. Nos vemos incapaces de lidiar con esos sentimientos y los transformamos en escusas que controlamos: no es tan importante, nos falta experiencia, no tenemos conocimientos suficientes, es demasiado arriesgado, etc. o el “más vale malo conocido que bueno por conocer”, que se han encargado de grabarnos a sangre y fuego nuestros mayores. Y lo peor es que solemos acabar enfadados porque ni lo hemos intentado.

Decía Luis Felipe Noé que “si se nos debe condenar es preferible que se nos haga por habernos equivocado que por haber sido inútiles”. Sin cambios nos enfrentamos a una vida constante, sin subidas ni bajadas y sin alegrías ni tristezas. En definitiva, a una vida sin chispa. Por eso debemos avanzar, arriesgar, lanzarnos a lo desconocido. Y la única manera de sentirnos capaces de llegar a buen puerto es asumir nuestro miedo, con la confianza de que pase lo que pase será una experiencia que nos hará crecer.

Hay que superar esa incertidumbre que nos provoca el no saber qué nos encontraremos después. Analizar nuestros sentimientos, afrontarlos y aceptarlos, son el primer paso para caminar seguro en esta senda. No voy a vender el coaching ahora, pero como me decía una amiga el otro día “es que yo no soy capaz de hacerme las preguntas que tú me haces.”

Ahora pregúntate tú: ¿si no tuvieras miedo que harías en tu vida?, ¿cómo sería si lo hicieras?, ¿qué te aportaría?, ¿hacia dónde te llevaría?

4 de noviembre de 2010

El pensamiento genera nuestro destino

Revisando archivos guardados para poner la frase del día me he encontrado con esta reflexión, que parece atribuible a Frank Outlaw:
"Vigila tus pensamientos,
se convierten en palabras.
Vigila tus palabras,
se convierten en acciones.
Vigila tus acciones,
se convierten en hábitos.
Vigila tus hábitos,
se convierten en carácter.
Vigila tu carácter,
se convierte en destino."
Que viene más o menos a “defender” la Ley de la Atracción: atraes lo que piensas.
Tengo claro que los pensamientos influyen en la vida de las personas. No hay nada que hagamos que no hayamos imaginado antes. Primero lo “construimos” en nuestra mente y luego le damos cuerpo. El poder creador del pensamiento es indiscutible, y está claro que según sea la calidad de tus “imágenes” así será la calidad de los resultados.
Recuerdo haber leído hace tiempo que el ser humano tiene más de 65.000 pensamientos al día. Nuestra mente no descansa nunca: de día ocupada con nuestro monólogo interno y de noche procesando lo vivido durante el sueño. ¿Te has preguntado alguna vez cuántos de esos miles de pensamientos fortalecen tu vida y cuántos son saboteadores?
La mente debe ser una herramienta a nuestro favor, no debemos permitirle que nos domine o perjudique. Unos minutos de pensamientos negativos bastan para que el rostro se apague, se nos frunza el ceño, nos descarguemos de energía, dejemos de hacer cosas y entremos en estado de apatía.
Cuida y vigila tus pensamientos, ellos determinan tu forma de actuar y tu futuro. Y nadie puede sustituirte en la construcción de tu destino.
Os dejo con otra reflexión:
“Si piensas que estás vencido, lo estarás.
Si piensas que no te atreves, no lo harás.
Si piensas que te gustaría ganar,
pero que no puedes, no lo lograrás,
porque en el mundo encontrarás que
el éxito comienza con la voluntad del hombre.
Si piensas que perderás ya has perdido.
Todo está en el estado mental.
Porque muchas carreras se han perdido
antes de haber corrido.
Y muchos cobardes han fracasado
antes de haber empezado su trabajo.
Piensa en grande y tus hechos crecerán.
Piensa en pequeño y quedarás atrás.
Si piensas que estás adelante, lo estarás.
Tienes que pensar bien para elevarte.
Tienes que estar seguro de ti mismo,
antes de intentar ganar un premio.
La batalla de la vida no siempre la gana
el hombre más fuerte o el más ligero,
porque tarde o temprano el hombre que gana
es aquel que cree poder hacerlo.”
Y ahora ¿en qué estás pensando?

3 de noviembre de 2010

Frases célebres

Hoy he añadido un nuevo gadget en el blog. Para los que nunca hayáis utilizado este término, como yo, os diré que “un gadget es un dispositivo que tiene un propósito y una función específica, generalmente de pequeñas proporciones, práctico y a la vez novedoso”. Según parece el padre de la palabra fue la empresa Gaget, Gauthier & Cia, encargada de la fundición de la Estatua de la Libertad que, allá por el año 1885, al acercarse la fecha de la inauguración quería algo de publicidad y comenzó a vender réplicas en pequeña escala de la famosa dama.
Todos hemos visto innumerables gadgets en las películas de James Bond o, en nuestra infancia, en los dibujos del Inspector Gadget. En el mundo de la informática gadgets son objetos en miniatura realizados para ofrecer contenido fresco y dinámico que puede ser colocado en cualquier página en la web. Pueden ser útiles cuando estás en el trabajo (lista de tareas, conversor de moneda, calendario), en la escuela (calculadora, Wikipedia, herramienta de traducción) o simplemente pasar el tiempo (noticias, blogs, juegos).
He leído estas semanas mucho sobre las posibilidades de un blog, pero no hablo del aspecto comunicativo, social o de marketing, sino de las opciones de configuración, de diseño. ¡Soy incapaz de hacer nada con él! Y mira que se me dan bien estas cosas. Debe ser que estoy un poco oxidado. Seguiré intentándolo.
Como decía, hoy he incluido “la frase del día”, que iré cambiando todas las mañanas.  Me gustan las frases celebres, las citas y los pensamientos. Resumen de una manera concisa una reflexión profunda, y ofrecen una magnífica posibilidad de ahondar en nuestra mente. Son como titulares de prensa, esperando que cada uno que la lee desarrolle su propio artículo. Son puertas entreabiertas hacia nuestro interior. Son pinceladas del cuadro que debe ser nuestro destino.
Las frases célebres son una buena manera de mantener la mente activa. Igual que hacer algo de ejercicio o tomar fruta a diario son recomendaciones de los médicos, pensar unos minutos al día sobre una cita famosa nos estimularía el cerebro. Lo bueno de esta costumbre es que cada uno las adaptamos a nuestra existencia, ya que las percibimos de una manera distinta según nuestro estado de ánimo, edad, cultura, vivencias, etc. Todos somos capaces de encontrarle un “hueco” en algún tema que nos inquieta, bien sea en nuestra vida diaria, en una relación, en el trabajo o en un problema que nos planteó un amigo hace no mucho. Y lo curioso es que todas encuentran su acomodo en nuestro interior.
Hay muchos tipos de frases célebres, y muchas webs que nos las muestran por categorías o por autor. Yo os dejo unas cuentas para que empecéis a “pensar”:
  • Buscad leyendo y hallaréis meditando.
  • Quien no se resuelve a cultivar el hábito de pensar, se pierde el mayor placer de la vida.
  • Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.
  • Pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizá esa sea la razón por la que haya tan pocas personas que lo practiquen.
  • El trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, más luego se clarifica.
  • Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto.
  • Muchas personas creen que piensan cuando en realidad sólo están reordenando sus prejuicios.
  • El cambio está en tu mente... ¿en qué estás pensando?