18 de marzo de 2011

¿Contrato un Community Manager?

Un Community Manager o Social Media Manager es la persona encargada de construir, gestionar y moderar comunidades en torno a una marca en Internet. Esta profesión se perfila dentro de las empresas que descubren que las conversaciones sociales en línea son cada vez más relevantes y que necesitan un profesional que conozca sobre comunicación en línea, haciendo uso de los nuevos canales de comunicación a través de herramientas sociales.

Esta semana Cotizalia ha publicado un artículo con los pros y los contras de contratar un community manager para la empresa. Creo que es un resumen un poco simple, pero útil para todos aquellos que todavía no tienen claro qué puede proporcionar este nuevo empleado.

Aquí tenéis el artículo:

"Una de las nuevas profesiones que ha generado el mundo 2.0 es la del community manager, gestor de comunidad o gestor social, esa figura encargada de gestionar una comunidad en torno a nuestra marca, ser la imagen de la empresa en internet, abrirnos al mundo 2.0, a las redes sociales...

Profesión inventada e innecesaria para unos, recurso imprescindible para otros. En los últimos meses son muchos los empresarios que se preguntan si sería bueno tener un community manager en su empresa, sobre todo si ésta es pequeña y necesita medir con cuentagotas sus inversiones. Hoy os ofrecemos cinco ventajas y otras tantas desventajas de la contratación de un profesional de este estilo:

A favor

1. Te abrirá las puertas del universo 2.0. Sobre todo si tu empresa es offline y está un tanto anclada, la presencia de un community manager puede dar una nueva dimensión a tu proyecto, que abrirá sus brazos a un universo online que más pronto que tarde será imprescindible.

2. Tus negocios pueden aumentar de forma exponencial. A menudo, y aunque quizá no sea su labor primordial, tu community manager acaba haciendo tareas propias de un servicio de atención al cliente. Frente a las farragosas empresas a las que uno llama sin saber cuántas veces le cambiarán de extensión, un contacto directo satisfará a los clientes, que acabarán recurriendo a una empresa que les soluciona los problemas desde su propio ordenador. Es cierto que no siempre tiene por qué aumentar las cifras, pero si tu gestor de comunidad sabe hacer su trabajo, te dará una sinergia que antes o después se traducirá en beneficios económicos, de ventas, etc.

3. Contribuirá a la buena imagen de tu empresa. Ocasionalmente se dice que la labor del community manager consiste en contribuir a la buena imagen de la empresa. Es posible que, si eres un gran empresario, la imagen de tu empresa te importe muy poco (o incluso prefieras una imagen distante para aparentar ser un conglomerado poderoso). Sin embargo, la presencia de este gestor social que dialogue con tus usuarios consolidados mejorará tu imagen. Y, ante una duda del 50%, un usuario siempre preferirá a la empresa cercana.

4. Nuevos clientes que jamás habrías imaginado. No nos engañemos: internet ha creado una inercia de consumidores vagos que, ante una numerosa oferta de empresas que ofrecen un servicio similar y apenas diferenciado, optarán por las que estén no sólo presentes en internet, sino también realmente disponibles cuando ellos lo soliciten. Esto te puede granjear clientes que jamás habrían pensado en ti. Ni tú en ellos.

5. Un plus de talento. Por lo general, un buen community manager es una persona rebosante de talento. Piensa que es una profesión sin título, que no se enseña en la universidad; quien opte por esta profesión es porque realmente le gusta y porque siempre ha tenido curiosidad por hacer cosas nuevas, y la seguirá teniendo. Esto puede hacer que tu community manager presagie tendencias futuras y haga que tu negocio se adelante a la competencia.

En contra

1. "Pero... ¿qué hace exactamente un community manager?" Si ni siquiera tú tienes claro qué debe hacer, mucho menos lo va tener él. Un gestor de comunidad puede tener una idea y una proposición convencida, pero eres tú el que debe saber qué es exactamente lo que necesitas. Si no sabes en qué consiste su trabajo ni lo valoras pero crees que hay que contratar uno aunque no sepas por qué, olvídate.

2. Impostores 2.0. Que el community manager sea una profesión no reglada tiene la tremenda ventaja de que no te obliga a pasar el filtro de una formación académica que, en muchas ocasiones, no te dice prácticamente nada del empleado al que estás contratando. Sin embargo, la falta de regulación puede hacer que un montón de autoproclamados expertos se planten ante tus puertas prometiéndote la panacea infinita. Ten cuidado.

3. Sueldo elevado. No te confundas: un community manager no es un becario al que pagar 900 euros mensuales para que abra una cuenta en Facebook y otra en Twitter. La labor de este gestor es lo suficientemente importante como para que contrates a un profesional experimentado que tenga un sueldo elevado. Si no valoras realmente la gestión de tu comunidad, no contrates a un community manager.

4. ¿Necesario en un proyecto pequeño? Si tu proyecto es pequeño, quizá no necesites un community manager. No por ahorrarte un sueldo, sino porque si tu negocio es lo suficientemente pequeño, es probable que el mejor defensor de esa marca seas tú. Al fin y al cabo, nadie se cree tu proyecto mejor que tú mismo.

5. Mayor espectro de transparencia. La posibilidad de que te plantees tener un community manager implica que el ritmo de tu empresa, por lo general, debe acelerarse. Tu gestor de comunidad no sólo tiene que conversar, sino también responder a las críticas y a las preguntas de tus usuarios en un tiempo relativamente corto. Si eres de los que no les gusta dar pistas sobre nuevos proyectos o de los que se toma demasiado tiempo para reaccionar ante un error, la existencia de esta figura puede traerte más disgustos que alegrías."

16 de marzo de 2011

"El coach como chamán"

Una compañera de mis cursos de Coaching, Elisa Martínez de Miguel, socia de Neumann Internacional AG, y que comenta libros en Orbyt, el periódico digital de pago de El Mundo, nos ha mandado su último escrito, acerca del libro de Antonio Díaz Deus “El coach como chamán”.

Os dejo su publicación, porque aunque el libro esté orientado a los profesionales que se dedican a esta disciplina, y sin intención de vender nada, creo que refleja perfectamente las realidades en las que nos movemos y nos hará reflexionar acerca de ellas, incluso sin un coach.

“Con este libro tenemos entre las manos una guía profesional de cómo se debe realizar un buen proceso de Coaching, lleno de metodología y sistemática, proveyendo a los futuros coaches de herramientas para que vayan construyendo su propia identidad. El objetivo del libro es dignificar la profesión del Coach. Está principalmente centrado en aumentar la conciencia, se menciona que el Coach debe ser consciente de su intervención y hacer que el cliente sea consciente de su realidad. Hay quién defiende que el cuarto cerebro es la conciencia, ¿qué hay que hacer para que esa conciencia aflore?

El libro explica tres tipos principales de Coaching: Remediativo o por Objetivos, Generativo y Sistémico, defendiendo un modelo Integrativo que unifica criterios, fusionando y estableciendo conexiones entre los distintos modelos.

Enfoca la profesión de Coach como una vocación al servicio, a la calidad humana, a la humanización de las organizaciones, mencionando que estas tienen que transitar hacia un mundo más equilibrado ya que su éxito solo es sostenible haciendo trabajadores felices, un sistema más integrado y sostenible que el actual. Muchos de los valores actuales son provocados por el entorno en que nos movemos y vivimos, la agresión es una respuesta a los retos del entorno.

La educación en general no está diseñada para dar poder a las personas, sino mas bien para promover un espíritu competitivo, para generar estatus distintos entre los que tienen un título y los que no lo tienen, para proveer al mercado de trabajo con individuos obedientes y disciplinados, evitando que las personas puedan pensar por sí mismas. Con esta situación nos encontramos en el momento actual, enfrentados al reto de la incertidumbre del mercado y necesitando ejecutivos creativos, con compromiso y talento, pero encontrándonos en muchos casos con personas acomodadas, dependientes o conflictivas.

El autor explica como el Coaching tiene un poder transformador tanto en las personas como en las organizaciones, la función del Coach es acompañar a otros en su transformación, manejando escenarios futuros y generando nuevos comportamientos en el cliente. Este libro te lleva por un recorrido sobre la transformación a través del Coaching. El Coach guía al cliente en un proceso de feed forward, para que éste construya sus comportamientos deseados, la construcción de la realidad deseada por parte del cliente activa su cerebro de forma que ayuda en la concreción de las acciones. Adoptar nuevas creencias o perspectivas sobre la realidad, es crucial para poder incorporar nuevos comportamientos y actitudes. Llevar al cliente a percibir la realidad desde otro sitio le permite asumir emociones proactivas y enfocarse en la solución.

El Coach debe trabajar sobre los tres yoes del cliente: el mental, el instintivo y el emocional. Habitualmente una persona, ya sea por sus genes o la educación temprana que ha recibido tiene tendencia a observar la realidad desde unas ideas, juicios, modelos mentales, emociones, sentidos o instintos propios. Seleccionamos el tipo de información que nos interesa en cada momento.

El Coach trabaja en limpiar la mente de ideas establecidas, juicios, creencias e interpretaciones con el objetivo de cambiar la percepción que el cliente tiene de algunos temas y así cambiar sus comportamientos y actitudes, pasando de un enfoque en el problema a un enfoque en la solución. Lograr que el cliente se involucre en el proceso, que sea proactivo y que asuma el compromiso de sus acciones es uno de los mayores retos de un proceso de Coaching. Los cambios en el cliente suelen ser evidentes a medida que se van desarrollando las sesiones.

El Coach ayuda al cliente a construir su futuro, se involucra lucha y establece trayectorias de desarrollo para su cliente. Es importante visualizar el futuro de cada cliente y sumar intención actitud y voluntad, hemos de hacer un inventario de nuestros recursos, indagar en nuestra personalidad y desarrollarla. “Los individuos nacen dotados de la posibilidad de participar activamente en el diseño de su propia forma de ser” R. Echevarría 2008.

Por último el autor explica de manera clara y concisa tres herramientas: La Terapia Gestalat, el Eneagrama, y el PNL, tres herramientas muy útiles y valiosas, que aportan luz sobre los comportamientos de las personas, sus motivos, intenciones, y estructuras de carácter, que ayudarán al Coah en los procesos que desarrolle.

Muchos procesos de Coaching comienzan con un assesment, una evaluación del cliente basado en su desempeño actual, en sus competencias, en sus áreas de fortaleza y de mejora. Por eso es necesaria la existencia de un Coach que acompañe al cliente en su proceso de transformación. Tras un proceso de Coaching el cliente se encuentra con una nueva realidad, con una nueva historia de sí mismo.

Este libro es una asombrosa compilación de conocimientos sobre el Coaching digna de ovación, la experiencia, vivencias y sentido común del autor se plasman a través de todo el libro. Pero no es un libro para iniciados si no más bien para coaches experimentados. Es cierto que los iniciados pueden sacar ideas y reflexiones muy interesantes que le ayudarán en su labor como coaches, pero se encontrarán con capítulos mas centrados en metodología especializada que les resultará duro de leer. Para todos aquellos que les interese el mundo del coaching es sin duda es un libro que merece la pena leer, subrayar y hacer anotaciones al margen ya que se puede llegar a convertir en una guía para desarrollar esta digna profesión con éxito.”

11 de marzo de 2011

La vida es sencilla

La vida es mucho más sencilla de lo que pensamos, o al menos, de como solemos afrontarla. Sus reglas suelen ser habitualmente simples. Lo que pasa es que no nos detenemos un momento a descifrar sus códigos, y nos enfrascamos en complicados misterios imaginarios. Parece como si los problemas tuvieran que tener soluciones complicadas para que les demos valor, o nos lo demos a nosotros mismos al resolverlos. La mayoría de las circunstancias a las que nos enfrentamos a diario tienen salidas sencillas, no nos empeñemos en buscarle tres pies al gato.

Si prestas más atención a un niño cuando llora que cuando juega, con más probabilidad llorará en vez de jugar cuando quiera conseguir tu atención. Si pretendes que una persona esté más motivada en su trabajo, dale motivos para trabajar en lugar de quitárselos.

Y con simple no quiero decir fácil, ni con mínimo esfuerzo. La simplicidad puede requerir mucho trabajo y dedicación, y en multitud de ocasiones no es fácil hacer las cosas simples, principalmente por el entorno, los prejuicios o los miedos. Lo que sí es seguro es que es el mejor camino a seguir.

Debemos simplificar nuestros dilemas, decisiones, ideas, razonamientos y acciones. Es la única forma de no perder tiempo ni energía en situaciones que no lo requieren. Eso sí, no lleguemos a convertirnos en simples nosotros mismos. Ya lo decía Einstein “las cosas son lo más simple que pueden ser, pero no más simples.”

Os dejo la historia de “el burro y la hora”, una metáfora sobre el método científico, la simplicidad y las apariencias. Está en italiano, pero se entiende perfectamente.

9 de marzo de 2011

Perdonarse a uno mismo

Si perdonar es difícil, hacerlo con uno mismo es una tarea casi imposible para la mayoría de las personas. El perfeccionismo, la auto-exigencia y la falta de un análisis profundo y consciente de nosotros mismos conlleva una carga de infelicidad, que tarde o temprano nos bloquea, y se hace imprescindible resolver para continuar el viaje.

Si nos paramos a pensar un momento en las situaciones del pasado que nos causan daño o las personas a las que todavía guardamos resentimientos, nos daremos cuenta de que en la mayoría de ellas existe un acto, una palabra, un gesto o una decisión que tomamos nosotros mismos que no hemos conseguido perdonarnos, y que es exactamente lo que mantiene ese enlace que nos causa dolor y pena.

En la vida hay pocos principios que seguir para alcanzar la felicidad, y entre los primeros puestos de la lista se encuentra el perdón. Una indulgencia y generosidad con los demás y, principalmente, con uno mismo. No podemos buscar nuevas alegrías sin librarnos de las culpas y daños del pasado. No debemos mantener abiertas heridas, ni ponernos cadenas o encerrarnos en cárceles voluntariamente.

Para conseguir y, poco a poco, potenciar esa clemencia necesaria para liberarnos de los traumas y preocupaciones pasados, para soltar esa responsabilidad auto impuesta, es necesario comprender que:

     - No somos perfectos. Todos cometemos errores y nos equivocamos. Esa es la vida misma. Lo importante es aprender a aceptarlos, corregirlos y aprender de ellos para el futuro. Como dijo Confucio “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error mayor”. Asumir que somos pequeños nos hace más grandes.

     - Lo pasado, pasado está. No hay forma de eliminarlo, ni de cambiarlo. Ni sería bueno, pues forma parte de nosotros mismos. Lo bueno y lo malo, los aciertos y los fallos que hemos vivido nos han llevado a ser las personas que somos. Sepamos usarlo como base para construir nuestro propio futuro. Y lo dijo el político inglés Harold MacMillan “deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá”.

     - Las circunstancias cambian. No podemos analizar y resolver problemas tal y como lo hicimos cuando sucedieron. Ya no somos las mismas personas, ni el entorno es el mismo, ni nuestras inquietudes, ni nuestras experiencias, ni nuestros objetivos. Con el resultado en la mano es fácil darnos cuenta si acertamos o nos equivocamos en la decisión que tomamos, pero debemos entender que en el momento que lo hicimos la ecuación tenía otras variables, que posiblemente en este momento no podamos recordar. Las decisiones dependen por completo del momento en que se toman, así que admitamos que cuando las tomamos tendríamos nuestras razones, a pesar de que ahora no las entendamos.

     - Todos merecemos otra oportunidad. Y si no te la das tú mismo…

Librémonos de la tristeza, la culpa, la rabia y el rencor crónicos Encontremos el equilibrio entre exigirnos y comprendernos a nosotros mismos. Entendamos que el perdón es la puerta que nos lleva al amor. Y este a la felicidad.

 

7 de marzo de 2011

¡Basta ya!

Hace unos años y bajo el lema “¡Basta Ya!” salíamos a la calle millones de ciudadanos hartos de la violencia del terrorismo y cansados de que se vulnerasen, un día tras otro, los derechos humanos y la más elementales libertades en nuestro país.

Hoy, desde este pequeño rincón, quiero volver a gritarlo, quiero que se vuelva a oir mi ¡basta ya! Esta vez no por los ataques de esos desalmados, que han ido aniquilando vidas, extorsionando e intimidando a una sociedad entera, sino por los atropellos de otro grupo de personas, llamados políticos.

No soy ducho en política, ni estoy instruido en su arte. Sólo soy un ciudadano que está cansado de ver cómo esta serie de individuos nos mienten, nos engañan, nos estafan y se ríen de todos nosotros. Harto de leer cada día sus casos de corrupción, sus “hazañas”, y de no entender cómo un país rico y de gente sencilla se ha podido echar a perder en apenas unos años.

Tenemos cifras record en lo que a parados se refiere. La economía cae un poco más cada día en el ranking mundial. Nuestras deudas crecen. No hay futuro para nuestros jóvenes ni presente para millones de personas. Aumenta la violencia, la delincuencia, el alcoholismo y el consumo de drogas. La educación está por los suelos. De la justicia ni hablamos, controlada y dirigida por estos personajes. Hemos perdido los valores básicos y la unidad. Y lo peor de todo es que hemos ido asimilando cada uno de los problemas y asumiendo que no hay mucho que hacer. Y como no hay base para confiar en un crecimiento a corto plazo, ya ha empezado el éxodo de nuestros jóvenes valores hacia otros destinos.

Y mientras tanto, los políticos no dejan de tirar botes de humo para desviar la atención. Y mientras tanto, la sociedad apela al “virgencita, que me quede como estoy”.

Me da igual una tendencia u otra, no me importa de donde vengan ni donde gobiernen, no me preocupan sus estudios, o la falta de ellos. En estos momentos sólo me causa indignación su ignorancia, el olvido de su misión y sentido que no es otro que el de estar al servicio del pueblo, y no de sus propios caprichos.

Ya Confucio, hace 25 siglos, sabía que el buen gobierno, base fundamental para una sociedad pacífica y feliz, depende directamente de la formación moral de los gobernantes. Y predicaba que para convertirse en “buen funcionario” una persona debería dominar y practicar las siguientes Cinco Virtudes:

Li practicar la etiqueta de los rituales, modales y costumbres.

"Todos los hombres son muy parecidos por naturaleza, son sus hábitos los que los diferencian"

 
Ren representa la bondad hacia el prójimo.

"Olvida las lesiones, nunca olvides las bondades"



Xin representa la veracidad, la fidelidad y la sinceridad.

"El hombre superior es modesto en su discurso, pero excede en sus acciones"

 
Yi la justicia y la honestidad, la generosidad del alma.

"Cuando veas a hombres de carácter contrario, gira al interior y examínate a ti mismo"


Zhi tener conciencia del bien y el mal,

"Saber lo que es correcto, y no hacerlo, es falta de valentía"



Si los de esta época dominaran al menos una de ellas…

Si la clase política se preocupara más de su educación moral y se olvidara de contemplarse el ombligo y enriquecerse el bolsillo, quizás se darían cuenta de que sólo con bondad, conciencia y justicia se puede ejercer su trabajo. Hasta que llegue ese día no volveremos a contemplar un brillo de esperanza.

Se ha llenado el vaso de la indignación, como en su día se llenó el del desprecio hacia los asesinos. Y es que esta raza de dirigentes no ejerce sobre nosotros más que otro tipo de terrorismo, una dominación por el miedo. Y España no puede, ni debe, seguir aguantando a sus políticos.

Yo, hoy, uno mi voz a aquellos que han vuelto a gritar ¡basta ya!

4 de marzo de 2011

Enseñanzas a los hijos

Ha caído en mi correo, que con internet ya nada cae en las manos, ni se firma de puño y letra, una de esas listas de bondades, de normas, de decálogos, que defienden que si las reenvías a más de 10 amigos tendrás suerte para unas cuantas semanas. Y si no… ¡guárdate de la tempestad que se ciñe sobre tu cabeza!

La verdad es que es gracioso, pero hay gente que lo manda con la esperanza de que su vida de un cambio radical, única y exclusivamente, por reenviar un mensaje. ¿Qué puedo perder? se preguntan. Realmente poco más que saturar correos. Lo que tenían que perder ya está perdido, o al menos bien oculto en el fondo de su corazón. Dejarle nuestro destino al envío de un correo a más o menos gente es como esperar que nos toque la lotería sin comprar el boleto.

Y mira que me gustan a mí ese tipo de correos. Suelen ir con mensajes más o menos profundos, habitualmente con buenas enseñanzas y, sobre todo, con ideas que nunca viene mal recordar de vez en cuando.

¿Por qué mandárselo a nuestra gente “por si acaso”?, ¿no sería más lógico enviárselo pensando en lo que les pueden aportar? Seguramente así lograríamos esa “buena suerte” que buscamos. Creo firmemente en que uno da lo que recibe, recoge lo que siembra y que sólo preocupándonos de los demás somos capaces de resolver nuestros problemas. Como por arte de magia, de fuerzas sobrenaturales, el bien que entregamos siempre se convierte en bien de vuelta.

Ayer leí una magnífica frase de Albert Einstein, “comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos”. La madurez del alma, la que realmente es importante para conseguir una vida de felicidad, suele ir desfasada unos cuántos años con respecto a la del cuerpo. Si es que al final aparece, porque cada día veo más niños y adolescentes entre los adultos.

El correo que me llegó llevaba por asunto “¿Qué le enseñarías a tus hijos?”. Antes de ponernos a predicar deberíamos recapacitar sobre cada punto y aprender nosotros mismos su significado, asimilándolo, dándole vida, porque es la única manera de poder mostrárselo a ellos. El ejemplo es el mejor profesor y si nosotros no creemos en la lección ¿cómo vamos a pretender que los pequeños se hagan eco de ella? Es más, una vez que vivamos el día a día con ciertos valores, no tendremos que enseñarles nada, porque nuestra vida será su verdadero maestro.

Aquí os dejo la lista en cuestión.

¿Qué les enseñarías a tus hijos?

Que lo más valioso no es lo que tienen en sus vidas, sino a quien tienen en ellas.
Que no es bueno compararse con los demás porque siempre habrá alguien mejor y peor que ellos.
Que no pueden hacer que alguien los ame, lo que pueden hacer es dejarse amar.
Que rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita.
Que deben controlar sus actitudes o sus actitudes los controlarán.
Que hay gente que los quiere mucho, pero que simplemente no saben cómo demostrarlo.
Que los grandes sueños no requieren de grandes alas sino de un tren de aterrizaje para lograrlos.
Que no siempre es suficiente ser perdonados por otros, algunas veces deben perdonarse a sí mismos.
Que la felicidad no es cuestión de suerte sino producto de decisiones.
Que dos personas pueden mirar una misma cosa y ver algo totalmente diferente.
Que al retener a la fuerza a las personas que aman las alejan más rápidamente de ellos y, al dejarlas ir, las tienen para siempre a su lado.
Que amar y querer no son sinónimos sino antónimos: el quererlo exige todo, el amar lo entrega todo.
Que toma años construir la confianza y sólo segundos destruirla.

3 de marzo de 2011

Suelta lastre

Llevo un par de días quitándole el polvo a algunos enlaces de internet que guardé hace tiempo. Es curioso, pero la mayoría siguen como los dejé. Ni una palabra más, ni una palabra menos. Y por un lado me alegro de encontrar aquello que, por una razón o por otra, me llamó la atención la primera vez que lo vi. Aunque por otro me da pena el abandono con que solemos premiar a aquello que ya no necesitamos.

Pero en este caso miraré el vaso medio lleno, porque aprender a “dejar atrás” es el único camino posible para seguir creciendo. Soltar el lastre que nos paraliza o aminora nuestra marcha es la mejor forma de enfrentarnos al futuro con serias opciones de encontrar la felicidad.

No dijo yo que mirar al pasado sea malo. Todo lo contrario. Lo importante es qué miramos y, sobre todo, cómo lo hacemos. Echar la vista atrás para contemplar todo lo andado, los baches, tropiezos y situaciones adversas superadas, para sentirnos orgullosos de ese camino, para saber que mañana volverá a salir el sol, para recordar aquellos momentos maravillosos y discernir lo importante de la vida o para entender quienes somos hoy y cómo hemos llegado hasta aquí, es un ejercicio imprescindible que cada uno de nosotros debería hacer cada cierto tiempo. Pararnos y reflexionar sobre nuestra propia vida, nuestros éxitos y nuestros fracasos, sobre los pasos que hemos dado y donde nos han conducido, las etapas superadas, nos deberían servir para retocar la hoja de ruta y modificar el rumbo hacia nuestros verdaderos anhelos.

Lo que no suele ser un buen compañero de viaje es ese peso del pasado que tira de nosotros y nos impide no sólo caminar ligeros sino que hasta nos bloquea la mirada hacia lo que está por venir. Permitir que el pasado nos paralice, nos llene de miedo y desconfianza sólo significa que no estamos al mando de nuestra vida.

Nos han maleducado desde pequeños. “Cualquier tiempo pasado fue mejor” es una frase que oímos a diario, pero sólo cierta una vez que hemos tirado toalla. Cuántas canciones encumbran al amor perdido o poemas ensalzan el desamor. No te detengas, recuerda lo bueno de aquellos momentos, todo lo que aprendiste en ellos, evoca sus alegrías, pero sólo para acordarte que estas destinado a la felicidad. Y sigue caminando.

Tu futuro es tuyo, y de nadie más. Como reflexionó Buda en el Dhammapada "tu peor enemigo no te puede dañar tanto como tus propios pensamientos." Y en esta batalla tu contrincante es anquilosarte en el pasado, bloquear tu mente y no permitirte continuar el viaje.

Suelta lastre, renuévate, capacítate, hazte cada día más fuerte. Nadie puede vivir del pasado. Como el cuerpo no se alimenta de lo que comió hace un mes, la mente tampoco puede vivir de lo sucedido. Nútrela cada día para que estando sana pueda llevarte hacia el mejor futuro que desees.