Sí, estoy de acuerdo en que la clase política ha perdido
el norte, y es necesario un cambio profundo en la estructura de este país, si
queremos salir vivos de esta. Pero no vale con echar balones fuera siempre. No
es suficiente con que a los integrantes de los diferentes partidos políticos les
entre la cordura por ciencia infusa. Es urgente que todos y cada uno de nosotros
hagamos un fuerte análisis de conciencia y reinventemos nuestros valores. Esos
valores, que nuestros abuelos llevaban por bandera con mucho orgullo.
Os cuento media hora de mi vida en la que, paso a paso, compruebo
cada día que algo falla en nuestra forma de vivir en Sociedad, en nuestra
manera de respetar al otro, y en la necesidad urgente de una Reingeniería Social. Nos hemos dejado llevar por un estado de bonanza y hemos olvidado preocuparnos de todo lo que nos rodea.
Un día cualquiera, tras comer en casa de mis padres y
sentarme un rato a ver el Tour y echar una cabezadita, empecé a oir los
ladridos y sollozos de un perro. Debajo de la ventana hay un supermercado, en
el que la gente aprovecha mientras pasea para hacer la compra mientras deja al
animal atado a una farola. No se deben dar cuenta de dejarles con un comic para
que se entretengan.
Como se alargaba la compra del dueño del incansable perro,
y la etapa de ese día tampoco era para echar cohetes, decidí salir antes hacia
Galapagar, un pequeño pueblo de la sierra a 30kms de Madrid. Según llego al
garaje me encuentro que el coche aparcado a mi lado se encuentra un poco
salido, lo que dificulta sacar el mío sin riesgo para la chapa. Menos mal que
somos todos vecinos.
Ya en la puerta del garaje, con el coche intacto, un coche
aparcado en medio bloquea la salida. También es habitual que los clientes del
supermercado, que sacan a pasear el coche en lugar del perro, aparquen en la
puerta del garaje. Toca esperar a que la persona en cuestión acabe la compra.
¿Cómo iba a pensar él que en ese momento ibas a salir tú del garaje?
Primer semáforo en rojo. Una vez que el personaje en verde
empieza a parpadear, aparece a lo lejos una señora (también lo hacen los
señores, pero esta vez era del sexo femenino), que se acerca al cruce. Justo
antes de empezar a cruzar, el semáforo se pone en rojo para los peatones, pero “ya
que estoy…”, debió de pensar.
Continuo la marcha detrás de un Volkswagen blanco, que
debía de estar buscando aparcamiento, o le había dado un tirón al conductor,
porque a 10 km/h, yo no encuentro otra explicación.
Llego a la salida de la carretera de la Coruña y me acerco
al Bus Vao. Por supuesto, 2 carriles parados para acceder, y el tercero a punto
de hacerlo. No vayamos a ponernos todos en una fila, que sería la única forma
de que no estuviera parada. Y para mejorar la situación, siempre aparece alguno
que desde la izquierda del todo y a 15 metros de la entrada da el volantazo
para colarse, provocando un poquito más de caos, sino algún golpe.
Un par de kilómetros más adelante repetimos escenario con
la entrada a la M40. Esta vez se complica más porque un poco antes existe la
salida de otras vías. Y el cruce de coches es digno de una salida de Formula 1.
Ya superado el segundo escollo de la A6, aparece el embudo negro, que es una especie de
agujero negro que lleva a todos los coches a los carriles de la izquierda. El
carril derecho se vacía por completo, como si por algún extraño poder se
hubiera trasladado el Triángulo de las Bermudas a ese carril. Por favor, como
Teruel, el carril derecho ¡también existe!
Consigo abandonar la A6 para entrar en la M505, soportando
los frenazos que los múltiples listos de turno provocan en los que estamos en
la cola al entrar en el último metro desde el carril central. Por supuesto, el
carril derecho de la M505 también ha sido maldecido por fuerzas misteriosas.
Ya queda poco, un par de rotondas y unos kilómetros por el
puerto. Aún así, no hay que perder la concentración, todavía quedan los que
hacen de las rotondas una extensión de las rectas, aunque otro coche vaya en
paralelo, y los que para las curvas necesitan dos carriles. “Hombre, es que así
se cogen mejor”. Y sin olvidar, que los ceda el paso parecen estar para los que
vienen por la carretera, y no para el que pretende acceder a ella.
Sano y salvo llego un día más. Eso sí, con una depresión de
caballo. Pero no por el retraso, la tardanza o el peligro, sino porque me lleva
a la realidad en la que nos encontramos.
Es cierto que cada situación por sí misma no conlleva más
que una pequeña molestia para algún otro. Sin embargo, todas juntas nos hacen
ver que el cambio de cultura es necesario, no sólo para los políticos sino para
la Sociedad española al completo. Quizás
así, sirvamos de ejemplo para esa clase política a la que hemos permitido
llevarnos a esta infame situación. Porque como dijo Platón: “El precio de
desentenderse de la política es el ser gobernados por los peores hombres”.
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