Ayer conocí a un alto cargo de una importante consultora de formación empresarial, dedicada al liderazgo, gestión de equipos, motivación, y otras habilidades humanísticas. Estuvimos hablando del bien y del mal, y en medio de la conversación salió el tema del egoísmo que, a mi entender, se ha apoderado de todos nosotros. Entonces él, desde una perspectiva más profesional, me dijo: “yo creo que no es tanto el egoísmo como la imbecilidad. Yo quiero egoístas pero no imbéciles”. Y exponiendo su idea me explicaba que la gente no se da cuenta de que 1+1 suelen ser siempre más de 2.
Yo me fui dándole vueltas al tema de la imbecilidad. Y puede que tenga razón. Es posible que la imbecilidad haya superado al egoísmo, que lo haya desbancado liderando nuestras actitudes actuales. Pero no creo que viaje sola, no sería lo suficientemente poderosa como para dirigir el mercado mundial. En mi opinión esa imbecilidad viene aliada con lo peor de nuestro “querido” egoísmo, con la envidia, con el orgullo, y con cuarto y mitad de una gran falta de formación.
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Y no es que de repente todos nos convirtamos en buenas personas, serviciales y llenas de amor por el prójimo. Las utopías son difíciles de conseguir. Como primer paso basta con que no seamos tan idiotas. Si mi objetivo es ganar, ¿qué más da lo que gane el otro? De hecho, y habitualmente, cuanto más gane él más voy a ganar yo. Creemos relaciones fundadas en la confianza y la cooperación.
Sí, sed egoístas, pero no imbéciles. Buscad vuestro propio beneficio, porque será el beneficio de todos.
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