Recupero hoy una de mis primeras entradas porque creo que el
amor es el único halo de esperanza que nos queda. Y si entonces hablaba de
empresas y empleados, la historia sigue siendo la misma si hablamos de países
y ciudadanos. El amor, entendido como servicio, respeto, solidaridad, lealtad, justicia y
responsabilidad, debe ser nuestro compañero de viaje.
Recuerdo que hace unos
años mi novia me sorprendió en el cumpleaños con un libro, “Los diez secretos
del Amor abundante”. Más tarde entendí el por qué de aquel regalo y de su
dedicatoria. Yo no estaba habituado a la lectura, a menos que fuera prensa
deportiva, pero “la curiosidad mató al gato” y así empezó el final de aquella
relación.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzJAatPLndRWd1EgvVJZX0vD-h3baykt5K3tmHcOoQULz5Z4vhOMeoQkVAeo6BWyzIPD1Ow1kx_LQePDpsSja1mW_sfZQxTX4jGRfHaaZG4Kgi5S8Fz5Z88wk8wQHbeoObvuhy9eDV_2s/s1600/los10secretos.jpg)
Sé que es extraño, y que me disculpe el autor, pero ¿por qué no extrapolar su
Amor abundante al resto de relaciones de nuestra vida? O al menos, ¿por qué no
seguir sus “reglas” en nuestras actividades diarias? Entendemos el amor como
los sentimientos que ligan a una persona con otra. Todos hemos experimentado la
sensación de enamorarnos, hemos sentido ternura, respeto, afecto, pasión,
confianza, lealtad, piedad, y tantas otras emociones buenas. Me encanta la
frase de Jack Nicholson en Mejor Imposible “tu haces que quiera ser mejor
persona”. Para mi resume el significado de Amor.
Los diez secretos de los que nos habla el libro y con los que nos “asegura” una
relación plácida y duradera con nuestra media naranja son los poderes del
pensamiento, del respeto, de la entrega, de la amistad, del contacto físico,
del desprendimiento, de la comunicación, del compromiso, de la pasión y de la
confianza. Quizás no todos nos valgan en cualquier situación, pero seguro que
alguno de ellos nos evitará más de una penuria. Otra posibilidad es aferrarnos
al “esto también pasará”, que me decía una de las personas que más quiero y
admiro.
Estoy convencido de que los empleados de cualquier empresa del mundo serían más
felices, y el negocio funcionaría mucho mejor, si cada uno creyese en si mismo
y tuviera pensamientos positivos. Si se respetasen a si mismos y a las personas
que les rodean. Si pensasen qué pueden ofrecer en lugar de obsesionarse en
recibir. Si intentaran mirar todos en la misma dirección en lugar de mirarse a
los ojos. Si destruyeran barreras y crearan vínculos comunes. Si no invadieran
el espacio ajeno. Si tuvieran una comunicación más abierta y sincera. Si se
comprometieran con una idea y unos valores. Si pusieran un poco más de pasión
en sus actos. O si confiaran un poquito en los que tienen al lado.
Es cierto que no todo depende de uno mismo, que las relaciones tienen al menos
dos partes, y que en el caso de una empresa una de ellas está situada en una
posición muy superior. Pero no nos olvidemos que son las personas las que
realmente dan vida a una empresa. Y esa vida hay que intentar llevarla con la
mayor sonrisa posible.
Si dos no riñen si uno quiere, dos tampoco se enamoran si uno no está por la
labor. ¿A quién no le han destrozado el corazón alguna vez?, ¿quién no ha
tenido desengaños en el trabajo?, ¿o con los amigos? El único consuelo que nos
queda es haberlo dado todo. Como me decía mi abuelo “el que da lo que tiene no
está obligado a dar más”. Y lo que no puede ser, no puede ser y además es
imposible.
A tenor de las estadísticas de satisfacción de empleados, este es el punto que
más flaquea en las empresas modernas, no buscan su amor. No los cuidan. No se
preocupan por sus necesidades ni por sus sentimientos. No saben ni les preocupa
cómo motivarlos, cómo sacar sus mayores habilidades. No existe confianza, ni
libertad, ni respeto, ni compromiso. Parece que todo se trata de dinero, y no
se dan cuenta de que el mayor valor que tienen es el humano.
Al año siguiente por mi cumpleaños sólo recibí un ultimátum, “o la empresa o
yo”. Y unos años más tarde una carta de despido por subcontratación de mí
puesto de trabajo.
Después de varias relaciones y trabajos, la sonrisa y la ilusión aún las
conservo, pero cada día me cuesta más enamorarme.
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