11 de noviembre de 2010

La base de la comunicación

Estuve el fin de semana en el cine viendo Origen, una película de Christopher Nolan con Leonardo DiCaprio como protagonista. No es que sea yo muy cinéfilo y os vaya a hablar de la profundidad del guión o de la dirección artística o de si el reparto es bueno o no. Lo único que os puedo decir es que me encantó y que merece la pena verla.

Este año que frecuento las salas de cine con mucha más asiduidad, si bien es cierto que en un 90% es para ver los estrenos infantiles, me he dado cuenta por qué nunca me enganchó este género. También tiene mucho que ver que con 10 años me echaran de un cine el día de Navidad (esos traumas infantiles son difíciles de superar). Pero es que para ver una buena película tienes que ver diez malas. Ya sé que no se trata sólo de lo que vayas a ver sino de pasar un buen rato, de la compañía y de lo buenas o malas que estén las palomitas. Pero me da rabia que me engañen, y cuando decido ir al cine me gusta ver algo diferente. Si no mejor quedarse en casa.

Origen es una de película de ciencia-ficción diferente, que nos sitúa en lo más profundo de nuestro inconsciente intentando desde ahí manipular nuestra realidad. Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) es un hábil ladrón, el mejor en el peligroso arte de la extracción, que roba invaluables secretos del fondo del subconsciente durante el estado de sueño, cuando la mente se encuentra más vulnerable

Lo que me gustaría extraer, de las casi dos horas y media que dura, es un pequeño detalle sobre cómo debe ser una idea para que se implante en nuestro cerebro. Cuando los protagonistas están decidiendo cómo conseguir asentar un concepto en el subconsciente una persona, alguien da la clave: “la idea debe ser lo más simple posible y que vaya directo a los sentimientos. A partir de ahí será él mismo quien la desarrolle.” Esta valoración debería ser la base de cualquier buen comunicador, ya sean jefes, padres, maestros, políticos, o cualquiera que quiera transmitir su idea.

Teniendo en cuenta que cualquier comunicación tiene cuatro elementos fundamentales: emisor, mensaje, medio y receptor, se nos suele pasar por alto el carácter único del ser humano como destinatario. Hay que tener en cuenta que cada uno percibimos lo que nos “llega” de forma diferente, según nuestra cultura, experiencias, conocimientos, estado de ánimo, etc., y que también desarrollamos nuestros juicios a nuestro “entender”. Por eso el mensaje debe ser simple, sin ambigüedades, sin posibilidad de interpretaciones, de manera que el origen del pensamiento sea claro y único.

La segunda parte de la reflexión es todavía más importante, ya que es darse cuenta de que los sentimientos son la mejor puerta de entrada a la mente del hombre. Cada día está más de moda la inteligencia emocional, y es que hemos empezado a entender que los sentimientos son el motor de nuestra vida, y reconocerlos y manejarlos nos da una gran capacidad en cualquier ámbito de nuestra vida.

Si queremos ser escuchados enviemos mensajes sencillos, con una, y sólo una, idea clara y concreta, y que apele a los valores de nuestro receptor. Será la única forma de influir en él.

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