24 de noviembre de 2010

Prioridades

Mi abuelo decía que “después del 1 va el 2”. Es algo simple pero que habitualmente solemos no tener en cuenta. Y no me refiero al aspecto numérico de la frase, sino al tema de pensar y actuar según nuestra lista de prioridades.

En el mundo en el que vivimos cuando hablamos de prioridades se nos va la mente a la gestión del tiempo. Estamos tan acostumbrados a tener la agenda tan llena que hemos convertido en necesidad casi primaria el hecho de manejar mejor nuestro horario. A través de libros, de cursos o de publicaciones en internet aprendemos la teoría para gestionar nuestros días. Y digo la teoría porque después, en la práctica, seguimos con las andadas desperdiciando el tiempo en temas “no urgentes” y “no importantes”.

Pero yo no quería hablar de esto. Hoy me gustaría comentar otra manera de ver el concepto priorizar, no aplicada al tiempo sino a nuestra forma de actuar. Pensad en cuántas ocasiones lo hacemos por inercia, porque siempre hemos hecho las cosas de una manera determinada, y en cuántas ni nos planteamos el por qué de nuestras conductas, aún cuando vayan en contra de nuestros valores.

Esta es una realidad con la que convivimos a diario. Volvemos a lo de siempre: pensar cuesta demasiado. Pero como siempre, darle un par de vueltas a nuestras neuronas nos facilitará mucho la vida a medio plazo, y, sin ninguna duda, nos hará sentirnos mucho mejor.

Lo único que tenemos que hacer es saber qué cosas son especialmente importantes en nuestra vida. Podemos coger una lista de valores y seleccionar los que más “resuenen” en nosotros. No tienen por qué ser valores genéricos (honestidad, responsabilidad, respeto, etc.), aunque estos ayudan a analizar lo qué realmente nos merece la pena. En nuestra lista podemos incluir también personas (por ejemplo los hijos, aunque aquí habría que pensar que es lo que realmente queremos para ellos), objetivos (ascender en la empresa, adelgazar, correr la maratón, …), o cualquier cosa que nos sirva de guía en nuestro comportamiento.

Con todos ellos crearemos nuestra lista, ordenada de mayor o menor importancia. A partir de ahí, basta con actuar siempre bajo su paraguas, sabiendo que el 2 siempre va detrás del 1. Funcionará como una brújula que nos mantenga en rumbo día tras día, de manera que siéndole fieles conservaremos nuestra dirección sin esfuerzo. Serán las flechas que nos señalen la postura que tenemos que tomar para conseguir nuestros deseos y encontrarnos más satisfechos.

Conocer nuestra lista de valores nos permitirá ganar enfoque y claridad, una claridad que nos ayudará a tomar decisiones consistentes y congruentes en el tiempo. Si no utilizamos conscientemente nuestras prioridades para mantener una ruta clara y firme, corremos el riesgo de desviarnos.

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