9 de febrero de 2011

A buen entendedor pocas palabras bastan

La vida es una sucesión de etapas que vamos superando de mejor o peor manera. Cuando uno echa la vista atrás y analiza el pasado suele darse cuenta de lo bueno y lo no tan bueno que hizo en cada circunstancia. Sí, todas ellas se podrían haber gestionado de una manera más eficaz y/o eficiente, pero ya no podemos cambiar ninguna de esas situaciones. “A lo hecho, pecho” y “lo pasado, pasado, y lo hecho perdonado”. Lo que sí debe servirnos es para aprender para futuras situaciones, porque “el diablo sabe más por viejo que por diablo” y “quien adelante no mira, atrás se queda”.

Cuántas veces habremos oído aquello de que “agua pasada no mueve molino” o “tiempo pasado traído a la memoria, da más penas que gloria”. “Más razón que un Santo”. Y es que no se trata de remover el pasado sino de recoger los frutos que nos ofrece. No hay prisa, “a camino largo, paso corto”, cada uno tenemos nuestra propia senda que recorrer, y “fruta que madura verde, se pone amarga y se pierde”.

No hay más saber para la vida que la que nos ofrece la sabiduría popular y recordad que "quien no oye consejo, no llega a viejo.” Qué pena haberla ido perdiendo por el camino, porque “lección bien aprendida, tarde o nunca se olvida”.

Muchos de los problemas que tenemos provienen de nuestra quietud frente a la vida, de ese afecto a nuestra zona de confort. La falta de aceptación de la realidad o el miedo al cambio nos agarrotan e impiden que continuemos construyendo nuestro futuro.

Encontrarnos con situaciones nuevas, sea del tipo que sea, puede ser una pesadilla si nuestros valores y fundamentos no están en línea con los de los nuevos compañeros de viaje. Ver cómo se hunde nuestro barco cuando llevamos remando tantos años es muy duro, pero no debemos ahogarnos por ello. “A mal tiempo buena cara”. Esas circunstancias son alarmas, señales o avisos del destino, advertencias de que ya se ha cumplido esa etapa en nuestra vida y ahora tenemos que pasar al siguiente nivel, pues “todo principio tiene su final”.

No valen retrasos porque “el que espera desespera”, ni rencores, “quien siembra vientos recoge tempestades”, sino una buena salida pues “más vale un mal arreglo que un buen juicio”. Seamos egoístas, “que nos den pan y nos llamen tontos”, ya que “si amas a quien no te ama y respondes a quien no te llama, andarás carrera vana”.

Y no estoy defendiendo la huida, “a enemigo que huye puente de plata”, sino todo lo contrario. Y es que “a cada tiempo, su tiento”, porque sólo en nuestros miedos es cierto que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. No es cobardía, sino fuerza, coraje, decisión, arrojo, ímpetu, esfuerzo por tomar una decisión y enfrentarnos cara a cara con los impedimentos, porque “todo laberinto tiene su salida”. No es fácil, pero es sencillo.

A partir de ahí las posibilidades son infinitas, y lo que nos queda por vivir bien vale la pena. Porque se trata de “cien años de guerra y no un día de batalla”, y es que “mañana no tiene fin”. No se trata de dejar “camino por vereda” sino de que “un día pasa, un momento no”.

Y recordad que “nunca es tarde si la dicha es buena”, porque al final de nuestros días “cada uno contará la feria como le haya ido en ella”.

1 comentario:

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