1 de febrero de 2011

Un país de tontos

Este lunes la Comisión Europea ha dado a conocer los datos sobre el abandono escolar en los diferentes países de la Unión. El dato, aunque supongo que esperado, no debería dejar tranquilo a nadie. Los jóvenes españoles se encuentran entre los europeos que más abandonan el colegio antes de la educación obligatoria.

Los números son realmente alarmantes. En España el 31,2% de los estudiantes ha dejado los estudios. Somos, junto a Portugal y Malta, el país que “peores” estudiantes tiene, doblando la media del resto de Europa (14,4%). Y si esto es preocupante, lo es más, si cabe, que mientras los demás países han reducido sus porcentajes durante la última década, España ha conseguido aumentarlo en más de un 7%.

Se pueden, y se deben, hacer muchas reflexiones a partir de este estudio. El problema es que, hasta el próximo estruendo, los dos principales partidos de este país hallarán la forma de señalar al otro como culpable de la situación. Esa será su mayor preocupación. Nuestra juventud, nuestro futuro, nuestro desarrollo quedará en segundo plano. Y entre acusación y acusación, se irá diluyendo el asunto en cuestión.

Son muchas las voces que en los últimos años llevan avisando de la caída en la calidad de la enseñanza española. El sistema educativo se ha ido deteriorando con temas poco afines a la docencia de nuestra juventud. Mientras nos hemos ido preocupando por bajar el nivel para que todos “cupieran”, por cambiar ciertas asignaturas, por quitarles autoridad a los profesores, por imponer el idioma en ciertas regiones y por tantas y tantas medidas secundarias, únicamente políticas, la enseñanza ha ido enfermando hasta llegar a agonizar.

Pero este es sólo un dato más de nuestra situación. En los últimos años hemos ido creando un país donde todo vale, donde los valores han desaparecido, donde el egoísmo se ha hecho fuerte y donde con la ley del mínimo esfuerzo se obtiene el máximo beneficio. No nos sorprenda el abandono escolar, no echemos toda la culpa a las decisiones políticas, porque, en una medida u otra, todos somos culpables de este fracaso.

La educación es la base de una Sociedad, es el germen para que crezca de una manera sana, plural, consciente, con criterio y justa. La importancia de los colegios y profesores está por encima de toda duda, pues no sólo se enseñan ciertos conocimientos, sino algo mucho más importante para la vida como son el respeto, el esfuerzo, la responsabilidad, la disciplina, las relaciones sociales, la honradez, el sacrificio, etc., etc. Pero el resto de la población también somos parte activa en la educación de nuestros jóvenes, principalmente como ejemplos a los que imitar. Y en esto, como Sociedad les hemos fallado.

Nos hemos convertido en un país de tontos, en un país inútil y sin sentido común. Y lo peor es que nos estamos quedando sin luz que ilumine nuestro futuro, porque como dijo Plutarco “el cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender”. ¿Estaremos a tiempo de solucionarlo?

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