9 de marzo de 2011

Perdonarse a uno mismo

Si perdonar es difícil, hacerlo con uno mismo es una tarea casi imposible para la mayoría de las personas. El perfeccionismo, la auto-exigencia y la falta de un análisis profundo y consciente de nosotros mismos conlleva una carga de infelicidad, que tarde o temprano nos bloquea, y se hace imprescindible resolver para continuar el viaje.

Si nos paramos a pensar un momento en las situaciones del pasado que nos causan daño o las personas a las que todavía guardamos resentimientos, nos daremos cuenta de que en la mayoría de ellas existe un acto, una palabra, un gesto o una decisión que tomamos nosotros mismos que no hemos conseguido perdonarnos, y que es exactamente lo que mantiene ese enlace que nos causa dolor y pena.

En la vida hay pocos principios que seguir para alcanzar la felicidad, y entre los primeros puestos de la lista se encuentra el perdón. Una indulgencia y generosidad con los demás y, principalmente, con uno mismo. No podemos buscar nuevas alegrías sin librarnos de las culpas y daños del pasado. No debemos mantener abiertas heridas, ni ponernos cadenas o encerrarnos en cárceles voluntariamente.

Para conseguir y, poco a poco, potenciar esa clemencia necesaria para liberarnos de los traumas y preocupaciones pasados, para soltar esa responsabilidad auto impuesta, es necesario comprender que:

     - No somos perfectos. Todos cometemos errores y nos equivocamos. Esa es la vida misma. Lo importante es aprender a aceptarlos, corregirlos y aprender de ellos para el futuro. Como dijo Confucio “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error mayor”. Asumir que somos pequeños nos hace más grandes.

     - Lo pasado, pasado está. No hay forma de eliminarlo, ni de cambiarlo. Ni sería bueno, pues forma parte de nosotros mismos. Lo bueno y lo malo, los aciertos y los fallos que hemos vivido nos han llevado a ser las personas que somos. Sepamos usarlo como base para construir nuestro propio futuro. Y lo dijo el político inglés Harold MacMillan “deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá”.

     - Las circunstancias cambian. No podemos analizar y resolver problemas tal y como lo hicimos cuando sucedieron. Ya no somos las mismas personas, ni el entorno es el mismo, ni nuestras inquietudes, ni nuestras experiencias, ni nuestros objetivos. Con el resultado en la mano es fácil darnos cuenta si acertamos o nos equivocamos en la decisión que tomamos, pero debemos entender que en el momento que lo hicimos la ecuación tenía otras variables, que posiblemente en este momento no podamos recordar. Las decisiones dependen por completo del momento en que se toman, así que admitamos que cuando las tomamos tendríamos nuestras razones, a pesar de que ahora no las entendamos.

     - Todos merecemos otra oportunidad. Y si no te la das tú mismo…

Librémonos de la tristeza, la culpa, la rabia y el rencor crónicos Encontremos el equilibrio entre exigirnos y comprendernos a nosotros mismos. Entendamos que el perdón es la puerta que nos lleva al amor. Y este a la felicidad.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario