14 de abril de 2011

Gente estática

Por estática encontramos diferentes definiciones en el diccionario. Podemos referirnos a la parte de la mecánica que estudia el equilibrio de los cuerpos, al conjunto de leyes que rigen este equilibrio, a aquello que permanece en un mismo estado, sin cambios, o, dicho de una persona, a aquella que se queda parada de asombro o de emoción.

En la mayoría de los casos estamos hablando de estabilidad, armonía, simetría, consonancia o ponderación, salvo cuando lo aplicamos al ser humano. En estas circunstancias la RAE aporta una visión muy positiva dándole un carácter de conmoción, e incluso de exaltación, a todas aquellas personas que por una u otra razón permanecen inmóviles frente a su entorno. No es que la RAE de repente adquiera una vertiente sentimental en sus descripciones, sino, más bien, que en la vida real la sociedad suele “reinterpretar” las palabras.

Y eso es lo que yo quiero hacer cuando me refiero a “gente estática”. No se trata de analizar los profundos motivos que cada uno tiene para actuar de una forma u otra, ni de juzgar que es lo más conveniente en cada situación, pero sí de diferenciar a estas personas de aquellas que abren caminos, que se involucran, que aportan, que están dispuestas, que quieren participar en el devenir de su empresa, de su comunidad, de su familia,…, de su vida.

Es curioso comprobar que la estática se refiere al equilibrio, aspecto considerado clave para la estabilidad de los hombres. Todos buscamos ese equilibrio en nuestra vida y encontrarlo es el hallazgo que nos abre las puertas de la felicidad. Entonces, ¿por qué cuando lo aplicamos a las personas nos referimos a la parálisis? Entraríamos en este punto en una discusión sin acuerdo final, empezando por la dualidad cuerpo-mente y terminando por lo que es realmente la felicidad para cada uno de nosotros.

No quiero entrar en tan encarnizado debate, pero sí definir, de manera somera, el aporte de estos dos grandes grupos en la vida social, una vida que engloba cada minuto de nuestros días.

Para empezar, tratemos de cuantificar estos conjuntos. Partiendo de la ley de Sturgeon, que dice que “no existe la verdad absoluta” o que “nada es siempre así en todo”, me acojo al principio de Pareto, o la regla del 80-20, para hacernos una idea del porcentaje de ambos.

Vilfredo Pareto, basándose en el conocimiento empírico, nos describió un fenómeno adaptable a la mayoría de las áreas de nuestra vida, política, económica, comercial, comunicación, etc. Piense en cualquier ámbito de su vida y reflexione sobre el porcentaje entre los que tienen (poder, dinero, ideas, etc.), los que aportan, los que contribuyen, los activos, etc. y los que no. La relación no diferirá demasiado de ese 80-20 que definió el sociólogo italiano. Por tanto, podemos considerar un 20% de la población como dinámica mientras que el 80% sería estática. Los porcentajes varían según situación, entorno o necesidades, pero como media me parece apropiada.

La gente dinámica es enérgica, resolutiva, fuerte, toma decisiones y trata de cooperar con sus fuerzas para producir movimiento en las diferentes situaciones en las que se encuentra. En este caso sí existe similitud con la Física. Este tipo de personas son las que provocan los cambios, las innovaciones, la resolución de problemas y el crecimiento allá donde se encuentren. Mientras tanto, los seres estáticos deambulan por esos caminos marcados, inmóviles ante el devenir de los acontecimientos.

Dejemos de ser personas estáticas y empecemos a colaborar en nuestro porvenir. Quizás sea más cómodo ser observadores pero sin duda es mucho más gratificante remangarse y ponerse manos a la obra. Una obra que no es otra que nuestro propio futuro.

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